A 38 años del gran salto del Cebollita
A 20 de octubre de 2014
Por Martín BaterESPNDeportes.com
Getty Images
El miércoles 20 de octubre de 1976 parecía ser un día como cualquier otro en la ciudad de Buenos Aires, más específicamente en el barrio de La Paternal, hogar de Argentinos Juniors, club que supo ser cuna de varios cracks que han dejado su marca en el fútbol mundial a través de los años. Sin embargo, esa misma tarde apareció un barrilete cósmico que cambiaría la historia del deporte para siempre, un ex Cebollita de 15 años de edad que medía apenas poco más de un metro sesenta, que era un adolescente flaquito y que se llamaba Diego Armando Maradona.
En ese entonces, el brasileño Pelé atravesaba el atardecer de su carrera jugando en Nueva York para el Cosmos, y nadie se imaginaba que estábamos por conocer a su sucesor, a uno de los mejores jugadores de la historia.
Maradona todavía no era ¨El Diez¨ que todos conocemos actualmente, sino que se convertía en el jugador más joven de la historia del fútbol historia del fútbol argentino en debutar en Primera División con la camiseta número 16 en la espalda.
El rival de turno era Talleres de Córdoba y se asomaba el segundo tiempo cuando Maradona precalentaba con los nervios propios de un pibe que en vez de estar estudiando para un examen de matemáticas o pensando en la fiesta de esa noche como los otros chicos de su edad, sino que estaba por ¨tocar el cielo con las manos¨ jugando para el ¨Bicho¨.
La melena de Maradona en ese entonces representaba su rebeldía tanto dentro como fuera de la cancha, la desfachatez de un pibe que sólo quería divertirse con la pelota que parecía estar atada a sus pies y era su primer amor, la causa principal de su alegría desde que se criaba en los potreros de Villa Fiorito.
Maradona ingresó a la cancha reemplazando a Rubén Aníbal Giacobetti, un joven mediocampista que también había debutado en Primera cuatro meses antes a los 20 años, pero que a diferencia de su reemplazante tuvo una carrera breve que duró apenas 28 partidos.
Juan Carlos Montes era el técnico de Argentinos en ese entonces y, casi como si supiera lo que estaba por suceder, le dijo lo siguiente a Maradona antes de ejecutar el cambio: ¨Vaya, pibe. Juegue como usted sabe y, si puede, tire un caño¨. Nada de táctica o indicación de que tome la marca de alguien.
O sea, simplemente diviértete, por más que vayamos perdiendo por 1-0 frente a nuestra gente. No hay presión.
Cualquier joven ordinario de 15 años sería una bola de nervios al entrar a la cancha, pero Maradona no era ningún jugador cualquiera y él se llevó los aplausos de la gente al justamente tirarle un caño a Juan Cabrera en la primera pelota que tocó, derrochando categoría con sus gambetas y sus fantasías.
Ese posiblemente haya sido el momento más puro de los 21 años de la notable y polémica trayectoria de Maradona, la expresión más hermosa del romance tórrido entre él y la pelota.
Argentinos no pudo empatar aquel partido, pero la hinchada local se fue ilusionada con aquel pibe rebelde que les hizo corear un ¨ole¨ de esos que hace reír a uno pensando ¨¿y este quien se cree que es?¨.
Él era Diego Armando Maradona, el crack que eventualmente sería considerado un ¨D10S¨ del fútbol, el que llevaría a Argentina a la gloria máxima por última vez diez años después, y el que a partir de ese día les hizo recordar a todos que pueden hablar de todos los 4-4-2, 4-3-3 o el esquema que quieran, pero que el pizarrón se iba por la ventana cuando el balón se dormía bajo su suela o se dirigía al ángulo con su magistral pegada.
Han pasado 38 años ya desde ese entonces, y el fútbol definitivamente jamás volvió a ser el mismo gracias a la magia del ¨Pelusa¨ con aquel primer caño, aquel primer gustito de lo que estaba por venir.
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